martes, 26 de mayo de 2009

Hasta la madrugada...

El Parque Lleras en la noche, no sólo es rumba, junto a este epicentro de la rumba paisa, se reúnen artesanos y un sinfín de personas que nacen, crecen, comen, se reproducen y mueren de cuenta de los trabajos manuales. Artesanos que día a día fabrican sueños, sentimientos y significados, para todos los fanáticos, amantes e impulsadores de este estilo de accesorios; para todas las personas que se identifican con este estilo de decoración.

Al ingresar al Parque Lleras un saludo fraternal irreconocible te pone a pensar en tus más grandes deseos, aquellos que se cumplirán el día que esa manilla que se aferra fuertemente a tu 

mano, caiga de ella por inercia. El olor a madera, hilo, plata y otros materiales más se mezclan a mano, se sirven en al olfato y los ojos son los encargados digerir una interminable variedad de colores y arte, “esas valen 500”, unos dreadlocks, llaman la atención de todo aquel, que mira el tubo con manillas, que busca sacarse el abrigo de hilos, que lo exime del frío de la noche medellinense; los despierta de un deja vu que sigue como si nada, pasando por sus cabezas.

El arte que este parque irradia, con exquisitos detalles, haciendo uno sólo la plata, la madera, la tela, el plástico y el bambú; y eso únicamente por nombrar algunos de los materiales con los que estas personas hacen esas maravillas que los jóvenes buscan y que ellos complacen en venderles, ya sea trayéndolo hecho desde cada uno de sus casa, predeterminado, o que el cliente lo pida de forma personal, innovadora, exclusiva y única, para lo que él lo necesite. “Cadenas, manillas, pulseras, aretes, solitarios y todo lo que el cliente se quiera imaginar”, propone una voz detrás de los “dreadlocks”.

El parque funciona en artesanía todos los días de la semana, sin descanso alguno, los artesanos están todo el tiempo, muchos de ellos duermen ahí y se establecen como si éste fuera su hogar y su lugar de trabajo permanente, por lo que el servicio al cliente es, “de primera”. A cualquier hora y en cualquier momento, los artesanos están dispuestos a vender sus laboriosos trabajos, aunque la mayor parte de sus ventas, están el fin de semana; cuando el sol se esconde bajo las montañas que perfuma, esa libertad que el paisa engrandece en su himno; la noche empieza a apoderarse de El Poblado, para obsequiarle a la vida nocturna en la ciudad de Medellín uno de los lugares de preferencia, para la mayoría de jóvenes que buscan rumbear. El Parque Lleras, es ideal no sólo por la diversidad de discotecas y negocios que hay a su alrededor, sino por el ambiente acogedor que le brinda a todos los que disfrutan de la noche joven.

Por eso los artesanos aprovechan los fines de semana, para exhibir todos los productos que vienen realizando desde el comienzo del prematuro lunes. Todos exponen en sus esteras las artesanías, esperando que toda la gente que visita el parque, pueda llevarse varios de sus trabajos, y de hecho así lo hacen; muchos de los compradores van con sus seres más queridos o amados y compran para simbolizar  ese sentimiento que los acompaña; otros, compran para ellos mismos.

Erasmo, un artesano que desde  hace veinte años está radicado en el parque, comenta que “la artesanía obsequiada a un ser querido, significa afecto y amor incondicional, por eso la gente las regala inconscientemente a las personas que más aman, porque es algo muy sencillo, pero hecho con mucha dedicación y afecto”. Erasmo termina con una sonrisa de sinceridad mientras da por finalizada su exhibición personal de arte.

Por otro lado, se encuentra Pablo, uno de los artesanos más jóvenes que hay en el parque, su arte es muy diferente, convencional, y rompiendo con todos los esquemas tradicionales que sus colegas vienen realizando, es un estilo atractivo y que llama mucho la atención a los jóvenes que aprecian su arte, por la misma razón, Pablo es uno de los vendedores número uno en este campo, los jóvenes siempre recurren a él para comprar sus creaciones, pero a pesar de su grandes ventas, dice que no logra satisfacer sus necesidades personales totalmente, y que lo de las artesanías es sólo un “hobbie” que siempre le ha gustado hacer, pero que no es su proyecto de vida.

Pablo tiene apenas dieciocho años y hace dos que está en el Lleras, le gusta el diseño gráfico e industrial, ya terminó su bachillerato y piensa continuar estudiando en la universidad,  como el mismo lo dijo, hace artesanías por un simple hobbie y las vende por ganarse unos pesitos de más, ya que, afortunadamente con el apoyo de sus padres y es una persona que está estable económicamente, gracias al apoyo de éstos, quiere continuar cumpliendo su sueños de ser un gran diseñador gráfico e industrial.

Pablo, aparte de ser joven y exclusivo en cuanto a sus diseños, se diferente al resto de artesanos del Parque Lleras, porque no labora para suplir sus necesidades personales, sino como distracción. Erasmo y los demás artesanos, por el contrario, sí tienen que estar día y noche, todos los días, para conseguir el dinero necesario para lo poco que necesita y con lo cual se sienten felices, ya que, aunque muchas veces no alcanza, según Erasmo, “esa es la vida que se escogió, y además la felicidad, está en la alegría de hacer cada día lo que te gusta y te nace hacer, sin importar la remuneración económica de lo que hagas”.

En los alrededores del Lleras, también están los puestos de comidas rápidas: el olor a salchicha hervida en gua, se siente alrededor de veinte metros, al igual que la tocineta en plancha (con un sshh que no pide silencio, sino grasa al cuerpo) que acompaña a los chuzos de cerdo y de pollo, en una carnosidad suave y ligera para el estómago, mientras los panes blandos esperan recibir toda 

la carga de ingredientes para las hamburguesas, perros y perras del restaurante móvil Javi’s, el dueño es Javier Mosquera, está en el Lleras hace diez años, durante los cuales ha progresado notoriamente según comenta, se ha dado lujos como el de tener su casa propia, y ampliar su restaurante movible a más sitios de la ciudad, aparte de esto, en su familia, sus dos hijos ya están grandes, y en este momento los apoya con el estudio en la universidad.

Don Javier Mosquera expresa que “lo más bonito de este trabajo, es que a pesar de ser tan exclavisante, uno  genera empleo y contribuye al progreso de la gente”, dice que hoy por hoy, tiene alrededor de quince empleados entre los diferentes puntos móviles de la ciudad.

Don Javier aparte de asistir a una labor social, es un trabajador incansable, porque igual que los artesanos, trabaja todos los días de la semana, la diferencia, es que sólo trabaja desde que comienza la noche, hasta la madrugada, lo importante es que siempre tiene compradores, aunque los días más fuertes son los viernes y sábados, que los jóvenes buscan algo de grasa para que el licor no les gane.

El Parque Lleras le da vida a Medellín, mientras ésta duerme, la noche despierta con sus artesanos y los vendedores de comidas rápidas; pero sobretodo, con la gente que apoya y hace que esta clase de personas, adornen la rumba, personas que día a día trabajan para satisfacer los placeres de la sociedad, ya sea una manilla para demostrar sus sentimientos, o comer un apetitoso y agradable perro caliente cualquier día de la semana, para hacerle contra a la resaca. El Parque Lleras, esa mezcla perfecta entre comida, rumba y artesanías, hacen de Medellín una capital mercantil, una capital del rebusque, las 24 horas del día, hasta la madrugada del día siguiente.

De donación a patrimonio histórico de la ciudad

Cuando se ingresa en la Placita de Flórez, esa esencia embelesadora de flores frescas, remojadas y bien cuidadas por cada uno de los dueños de los locales, se hace infaltable en las narices de los visitantes.

La Placita de Flórez (con zeta y tilde en la "o") paradójicamente no se llama así por lo que muchos creen, que era porque allí llegaban los silleteros de Santa Elena, sino, porque está construida sobre un terreno que hace 116 años don Rafael Flórez le regaló al municipio de Medellín y que en el año 2000 fue proclamado patrimonio histórico de la ciudad. Como fin principal, está el de ofrecer y vender flores para todos los visitantes, en homenaje al donador del terreno; aunque otras actividades también se pueden notar, como la venta de frutas, legumbres, verduras, cárnicos, lácteos y todos los alimentos esenciales para realizar un mercado.

Hoy la Placita de Flórez cuenta con 316 locales comerciales y 170 comerciantes que día a día se reúnen a la espera de sus visitantes y compradores fieles.

La Placita de Flórez es uno de los lugares más antiguos de la ciudad de Medellín, y por lo mismo debe ser un lugar infaltable, en la visita de todo turista a la ciudad, porque no tiene sentido olvidar el calor de aquella tarde, que envolvía los lentes de las cámaras, y los cuerpos de quienes visitaban la muy conocida, Placita de Flórez; en medio de su colorido de variedades, y una mezcla entre personajes alegres y otros tan solo inertes. Y llegado el momento para encontrar algo que fuese disfrutado por un respetado lector; alguna historia, algún error de ortografía en letreros y avisos, los colorados cachetes de la mayoría de los venteros que permiten darle vida a “Ventiando en Medellín”; historias que hasta las mismas flores y los mismos pétalos gritan sin que la mayoría logra escucharlos sin dejar de admirarlos, y que ahora llevan la marca de las huellas, de quién sabe qué personaje, en un suelo embaldosado.

Es cuestión de andar pocos pasos sin cansancio alguno, sólo con un poco de sofoco, para encontrarse con un puesto específicamente de orquídeas y girasoles, llamado “Pétalos Helena”, precisamente era Elena Ríos de Suarez la que afirmaba que en el letrero de su “chucito”, como lo hace llamar, nunca se había percatado del error ortográfico que daría muerte fina a la intención 

que le tenia a su puesto… Tenerlo a su honor, y al resultante de sus hermosos cortes de flores, y no, a la Helena de Troya motológica.

Una mujer de pelo canoso, de estatura que inspira ternura, y de una sonrisa faltante pero sincera de unos cuantos dientes; siempre lleva su delantal hecho por ella, un delantal que está ha estado sobre ella hace casi 11 años, y que acompañan la tierra y el agua que son fieles acompañantes del olor perfumante de muchas de las flores de “Pétalos Helena”

Su conocimiento sobre flores es impresionante, cada textura, cada olor, cada color, cada tallo; elemento a elemento, necesarios en una hipotética metonimia de comprensión. Doña Elena, como todos en este mundo, tiene una flor preferiada de entre la gran variedad que existen, la rosa blanca es la de ella, ésta es muy significante para ella, ya que le recuerda siempre a su Santísima Virgen que la protege y abona de amor y armonía cada una de sus flores; Virgen que no deja que se marchiten ni sus flores, ni ella.

Seguía el sofoco como si fuese otro integrante más de este ecosistemavariante y único. El ambiente era tenso en la Placita de Flórez de Medellín ya que era vísperas al Día de la Madre, la cual es una fecha en que a las flores se sienten orgullosas de ellas mismas y los compradores les encuentran ese sentido de su belleza particular.

Los ayudantes de carga -de los camiones-  enriquecen el espectáculo floral permanente, cuando comienzan a descargar las espectaculares flores, que acompañan el hermoso paisaje de aquel caluroso día, se escucha a los venteros con sus pañuelos en sus negruzcas manos, y al rededor de sus cuellos, un almacén de mugre; que según ellos, les ayuda para refrescar y limpiar sus rostros de las apabullantes  gotas de sudor. Algunos venteros desnudan  sin pena sus expresiones  de plaza, las que los identifica, enorgullece y remite a la de Flórez: "¡Raúl tráeme esa caja!", "¡eee pero cuál es la joda pués!", "¡cuidado con esos claveles güevón!".

Muy cerca de “Pétalos Helena”, después de dar sólo algunos pasos tratando de sobrepasar los hombros y las cabelleras de los desconocidos que sonreían e ignoraban hasta con un poco de 

discreción, se encuentra un lugar bastante envuelto en madera, sin nombre alguno que lo identifique; la familia López se perdía entre materas, artesanías, musgo y semillas; un lugar en éxtasis que no dejaba nada a la imaginación.

La familia López , tanto Carlos López como Marina Giraldo (su esposa), y Sara López Giraldo (su adorada hija), pertenecen a la Placita de Flórez desde hace dos años cuando arribaron a esta ciudad perdida entre interrogantes, con el fin de tener un mejor futuro para su hija Sarita, que a sus 18 años estudia medio tiempo, y el otro medio, trabaja como mesera en uno de los tantos restaurantes de la ciudad. En sus tiempos libres se acerca al calor del hogar y de las ventas de la nombrada ya mil veces Placita de Flórez.

En medio de una conversación, por momentos, el silencio rondaba entre el bullicio de la plaza, pero la belleza y la serenidad de esta familia, contagiaban este centro de artesanías de una paz inamovible.

Esta Plaza es un lugar perfecto para encontrar lo que en otras partes no se puede hallar; entre ellas las mejores flores de Santa Elena que llegan del cultivo y se van a darle vida a los deseos de los muertos y de sus tumbas olvidadas, encontrar la posibilidad de reconstruir el amor con un buen ramo y de conquistar a una madre que entre arrugas se encuentra con el liso pétalo de su flor favorita.

En este espacio medellinense es mucho lo que se puede respirar, mucho de lo que se puede hablar, mucho lo que se ha de percibir; y donde, definitivamente el calificativo de "Eterna Primavera" con la que está etiquetada esta bella ciudad está bien resguardado, en la Placita de Flórez, "Patrimonio de los antioqueños" y ventiadero por excelencia.


sábado, 23 de mayo de 2009

Mientras Belén descansa, El Parque revoluciona

El Parque de Belén es el parque con mayor movida mercantil de la ciudad. Ubicado en la Comuna 16 de la capital antioqueña, el Parque de Belén ha estado funcionando por largos años como un epicentro para el descanso, la diversión, y por supuesto, para comprar el mercado de la semana; para los habitantes de Belén, y para la mayoría de personas de sus alrededores, es el sitio ideal para ir a cambiar su quincena por alimentos, y para los que allí trabajan, la forma de recibir un pago casi fijo y darle el sustento a sus familias, sin importar lo que vendan.


Desde las primeras horas de la mañana, en El Parque se puede disfrutar de un delicioso café caliente, mientras se lee el periódico y le embetunan los zapatos, aunque si lo prefiere, puede comprar una bolsita con maíz tierno, sentarse en una de las sillas, y ver como las palomas se arrodillan a sus pies rogando por una pizca de maíz; éste puede ser un plan muy familiar, siempre y cuando los padres disfruten viendo a sus hijos correteando a las palomos que se alimentan en manada. En el Parque de Belén, por otro lado, también se puede disfrutar de un delicioso salpicón de frutas, recién hechecito, porque nada mejor que una dósis personal de vitaminas para hacerle frente a la vida.


Don Mario es el más constante de los vendedores, lleva ya cinco años frecuentando cada ocho días El Parque. Don Mario, comienza su día a las cuatro y media de la mañana: mientras se organiza, desayuna, arregla sus frutas y se va para el Parque; son las seis y media de la mañana, hora en la cual, se comienzan a ver esos pesos, provenientes de las ventas y los cuales le han dado estudio a algunos de sus hijos, lo llevó desde Medellín hasta "la Costa" con toda su familia, y, por estos días, le está construyendo una casa propia; es por todo esto y mucho más que don Mario le debe tanto a su oficio, que nunca desampara, los días en los que don Mario está muy cansado por las ventas que hace el resto de la semana "puerta a puerta", su esposa y mano derecha en el negocio, doña Olga, lo reemplaza con la misma pasión con la que viven el día a día en un negocio cargado de frutas, verduras, flores y orgullo antioqueño.


El día de hoy, doña Olga es la que está a cargo del negocio, cuenta que cuando termine las ventas del día, se reunirá con su esposo en la casa para relajarse viendo televisión o jugando cartas, dominó, parqués, o lo que sea, con tal de pasar un rato agradable con su familia.


En la noche, al parque llegan carritos metálicos cargados de perros, hamburguesas, chinchurria, chuzos de pollo, res y cerdo, etc., los cuales son los encargados de darles a los jóvenes un poco de colesterol. Un delicioso manjar popular que se vende hasta la madrugada y que cada uno de los clientes disfruta hasta la última gota de grasa que les dibuja un sonrisa en la cara y un leve dolor en el estómago.


Mientras tanto, en la casa de don Mario, doña Olga llega con la alegría que iradia esta familia, y se reúnen a disfrutar de un momento de risas y descanso con "Sábados Felices", su programa favorito y con el cual se identifica, porque si hay algo que le gusta más a don Mario y doña Olga que vender sus frutas y verduras, es ponerle humor a sus ventas y vivir su vida con felicidad.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Estudiado en Harvard, pero radicado en La América

La Plaza de mercado de la América, fundada en el año de 1968 hizo parte de ese selecto grupo de plazas satélites que una a una han sido eliminadas por los grandes supermercados que invaden nuestra ciudad, pero que aún así La América ha ido sobrellevando y ha logrado seguir adelante y mantenerse en el tiempo, abasteciendo a gran parte de las familias de este sector.

Desde una torre de vigilancia, la Virgen saluda desde las cinco y media de la mañana, toda la mercancía que comienza a llegar como huevos y flores, los que la transportan la saludan a Ella con una beso que le mandan desde la unión entre su dedo pulgar e índice que intentan hacer una cruz luego de traer toda esa mercancía desde cualquier parte del país en el nombre de Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Por no dejar, Amén…

El ambiente mañanero se siente aún, mientras los vendedores organizan sus productos por tipo, color, tamaño, y hasta olor, después de todo, “la primera impresión es la que vale”.

¡A la orden, ¿qué buscaba?! Todos los vendedores del lugar, saludan al ver entrar a la Plaza, esos fieles seguidores que luchan del lado de ésta contra los supermercados, ofrecen sus productos dadivosos. El olfato se va estremeciendo al sentir esas refrescantes flores, otras yerbas aromatizantes aglomeradas al parecer en un jardín embrujado, van descongestionando la nariz mucosa, mientras que el humo de un cigarrillo que se fuma un vendedor, contraste con un letrero gigante que nos garantiza irónicamente que “este espacio está libre de humo”. El amansado aire grita iracundo.

Más adelante, un silencio ensordece el ambiente, al parecer los vendedores de artesanías y ramas para trabajos esotéricos –según algunos vendedores-, tienen clientela fija y no hace falta desgastar su voz para hacerle publicidad a sus productos, aún así, teniendo en sus ramas, la cura hasta para la gripa porcina.

El sonido de un hacha hiriendo la carne fresca, recibe a los carnívoros, que buscan la mejor parte del cerdo que acaban de traer directamente del matadero, y como si el cerdo no fuera suficiente, pescado, res y pollo intentan llamar la atención desde una bandeja en un congelador, que cuando lo logran, se van dejando por poco tiempo, un herida de sangre en la bandeja que sólo será curada con la llegada de otro suculento trozo de carne. Mientras tanto, el afortunado, es preparado para el cliente.

En la Carnicería Jorge Saldarriaga, trabaja Luis Alberto Gómez Jaramillo que jocosamente se dice nacido de Zaragoza, España, es el alma de la carnicería, con su buen humor y energía positiva que transmite hacia los clientes, don Luis comenta que estudió doce semestres de “Carnología” en Harvard, y que le faltaron sólo dos para graduarse de Ingeniería de Alimentos: el primer y último. Mientras filetea un pedazo grande de carne de cerdo, comenta con orgullo que gracias a Dios ha sacado adelante sus dos hijos, dice que “aquí se estudia, se trabaja y se vive con mucho sacrificio, pero por eso no hay que dejarse caer y hay que seguir adelante; en este momento mis dos hijos están descolocados con el trabajo, pero les logré dar el estudio, mi hija es Ingeniera de Materiales de la Universidada de Antioquia, y mi hijo terminó una técnica de criminalística en la ENAC (Escuela Nacional de Criminalística y Ciencias Forenses)”.

Don Luis llega a la plaza a las 6:00 A.M., media hora después de que la abren, en ese tiempo espera que le traigan la carne del matadero, o algunas veces de carnicerías más grandes y poderosas, cuando la tiene en su poder, saca sus afilados cuchillos (uno grande como sacado de película de terror y uno más pequeño con el que lo roza para sacarle un poco de filo) y empieza a pulirla por partes, para luego meterla en el frío intenso que la mantiene, preparada y lista para los clientes que todos los días lo visitan y le agradecen el buen servicio que les presta, ya que tiene un carisma sensacional.

A las afueras de la plaza, alrededor de las 10 A.M. llega un mini camión cargado de huevos, de la empresa “Huevos Country” de Guadalajara de Buga, Valle del Cauca, “el Marinillo” como es conocido por su nariz, es el ayudante y el encargado de revisar las 120 cajas de huevos que tiene en el camión, “el Marinillo” comenta que los huevos son traídos desde allá, porque son de mejor calidad y salen muy económicos, cosa que se corrobora con la cantidad de huevos traída para un solo sitio. Al terminar con la revisión sólo había 17 huevos para desechar.

Al terminar el día en la Plaza de mercado de La América, los vendedores salen con una cara sonriente, igual a la de la guardiana de la Plaza, a la cual miran al cruzar la puerta, y al igual que a las seis de la mañana, se echan la bendición, dan gracias por el día culminado y sus pies suben en el bus, que los llevará a sus hogares, dando por finalizado el excitante día que les dará un merecido y breve descanso, para continuar el resto de días de la semana, semanas del mes, meses del año…

lunes, 18 de mayo de 2009

Veinticinco años de contraste y cultura

A las tres de la madrugada, la Plaza Minorista José María Villa abre sus puertas para los compradores y vendedores del día, entre un frío infernal los primeros comerciantes en cruzar las puertas son los vendedores de frutas, verduras y legumbres, a los que se le siente ese inconfundible aroma que hace la mezcla perfecta entre cebolla, repollo, papa y ajo que se rehúsa a salir de sus ropas y que sus manos adquieren mientras se venden.

El ya tan conocido "revuelto" hace que aquellos personajes, luchen por ser el que más venda en el menor tiempo, porque el que salga después de las nueve de la mañana "se durmió en los laureles". Por eso, a esa hora y sin nada más que hacer allí se van para sus casas y no se les vuelve a ver hasta la helada madrugada del día siguiente. Mientras tanto los vendedores de legumbres, frutas y verduras ("al detal", "menudiao", "al por menor"), ropa, electrodomésticos, desechables, almuerzos, cárnicos y todo lo que usted se pueda imaginar, se apoderan de la plaza y ahora sí, como dicen por ahí, "pregunte por lo que no vea".

A las seis y cuarenta y cinco de la madrugada, don Víctor se encuentra con “los del revuelto”, para comprarles, al mejor precio que le puedan ofrecer, los ingredientes necesarios para preparar los almuerzos (Sancocho de bagre y sancocho de res) que prepara junto a su esposa, Teresa Correa “Teresita”, y una empleada.

Teresita se levanta desde las cinco de la mañana y despacha a su esposo; él se va para la Plaza, y mientras tanto, ella se organiza, va a misa, y se va caminando hasta el sector Quincalla, una “mini plaza” a un costado de La Minorista y al lado del Centro Comercial Medellín.

Teresita y don Víctor, tienen uno de los seis “almorzaderos” del sector de Quincalla, ellos, son los encargados de prepararle la comida a la mayoría de comerciantes del sector y uno que otro de la Plaza.

Al llegar allí, el pescado fresco y salado, al igual que la carne de res, recién cocinada, se sentían hasta en el mantel que cubría dos mesas de plástico al mejor estilo de los restaurantes de carretera, donde el olor de éstos, por si mismo, dan hambre. Doña Teresa dice que hora fija de salida no tienen, ni ella, ni ninguno de los comerciantes de la plaza, porque salen de allí cuando terminan de vender lo del día.

Siguiendo con el recorrido, y en medio de una mezcolanza de olores aromatizantes y embriagadores, Arnobis, uno de los casi 300 distribuidores de ropa usada de la Plaza, comenta que la mayoría de ropa la envían siempre en camiones contratados hacia La Costa, y la ropa que venden es traída por la gente de los pueblos o del “servicio puerta a puerta” que pide ropa vieja en algunos barrios de Medellín. “(…) Pero me doy cuenta que la vida es un sueño, y antes de morir es mejor aprovecharla (…)”, mientras que Diomedes Díaz gastaba La Plata en mujeres, bebida y bailando, Arnobis explica que la ropa no tiene un precio estable, “todo depende de la calidad y del estado en el que esté la prenda”.

Comandando el sector de las frutas, verduras y legumbres, don Iván Zapata García, cuenta que está en la Plaza desde que la trasladaron desde Guayaquil, hace veinticinco años. Desde pueblos antioqueños como La Unión, El Santuario,Marinilla, San Pedro de Urabá, La Pintada, San Jerónimo y Santa Bárbara, por nombrar sólo algunos; le llega a don Iván una fruta tan fresca que con sólo rociarle un poco de agua, sobre la yuca (para no desperdiciarla), lo que le pidan, está listo para alimentar el alma del cliente.

Terminando el recorrido Humberto Osorio; quien entre radios, televisores, licuadoras y demás electrodomésticos que se pueden reparar en el sector Quincalla, se dedica a la venta de aves, desde un canario como mascota, hasta un cría de pavo. Humberto lleva ya 20 años trabajando la Plaza y odia a los periodistas, según él, “siempre manipulan la información que les dan y no muestran que uno trabaja duro por el país (…) es que para que puedan hablar de esto, tienen que venir y trabajar aquí todo un día”. La mayoría de los animales que Humberto vende son ornamentales y de consumo, las gallinas son las que más vende, en el lugar también se pueden comprar pavos reales y faisanes, son los más caros y los que más cuida.


De personajes como don Víctor, Teresita, don Iván, Arnobis y Humberto, está llena la Plaza Minorista José María Villa desde hace veinticinco años. Personas de todo tipo, que comparten el mismo amor y la misma pasión por su negocio, en un sólo lugar, donde se barajan contrastes, en busca de una singular cultura.

LOS CUATRO QUE VENTEAN


Mauricio Correa: Editor y escritor

Juan David Guzmán: Fotógrafo

Juan David Ríos Ceballos: Diseñador

José María Dávila Román: Editor y escritor