lunes, 18 de mayo de 2009

Veinticinco años de contraste y cultura

A las tres de la madrugada, la Plaza Minorista José María Villa abre sus puertas para los compradores y vendedores del día, entre un frío infernal los primeros comerciantes en cruzar las puertas son los vendedores de frutas, verduras y legumbres, a los que se le siente ese inconfundible aroma que hace la mezcla perfecta entre cebolla, repollo, papa y ajo que se rehúsa a salir de sus ropas y que sus manos adquieren mientras se venden.

El ya tan conocido "revuelto" hace que aquellos personajes, luchen por ser el que más venda en el menor tiempo, porque el que salga después de las nueve de la mañana "se durmió en los laureles". Por eso, a esa hora y sin nada más que hacer allí se van para sus casas y no se les vuelve a ver hasta la helada madrugada del día siguiente. Mientras tanto los vendedores de legumbres, frutas y verduras ("al detal", "menudiao", "al por menor"), ropa, electrodomésticos, desechables, almuerzos, cárnicos y todo lo que usted se pueda imaginar, se apoderan de la plaza y ahora sí, como dicen por ahí, "pregunte por lo que no vea".

A las seis y cuarenta y cinco de la madrugada, don Víctor se encuentra con “los del revuelto”, para comprarles, al mejor precio que le puedan ofrecer, los ingredientes necesarios para preparar los almuerzos (Sancocho de bagre y sancocho de res) que prepara junto a su esposa, Teresa Correa “Teresita”, y una empleada.

Teresita se levanta desde las cinco de la mañana y despacha a su esposo; él se va para la Plaza, y mientras tanto, ella se organiza, va a misa, y se va caminando hasta el sector Quincalla, una “mini plaza” a un costado de La Minorista y al lado del Centro Comercial Medellín.

Teresita y don Víctor, tienen uno de los seis “almorzaderos” del sector de Quincalla, ellos, son los encargados de prepararle la comida a la mayoría de comerciantes del sector y uno que otro de la Plaza.

Al llegar allí, el pescado fresco y salado, al igual que la carne de res, recién cocinada, se sentían hasta en el mantel que cubría dos mesas de plástico al mejor estilo de los restaurantes de carretera, donde el olor de éstos, por si mismo, dan hambre. Doña Teresa dice que hora fija de salida no tienen, ni ella, ni ninguno de los comerciantes de la plaza, porque salen de allí cuando terminan de vender lo del día.

Siguiendo con el recorrido, y en medio de una mezcolanza de olores aromatizantes y embriagadores, Arnobis, uno de los casi 300 distribuidores de ropa usada de la Plaza, comenta que la mayoría de ropa la envían siempre en camiones contratados hacia La Costa, y la ropa que venden es traída por la gente de los pueblos o del “servicio puerta a puerta” que pide ropa vieja en algunos barrios de Medellín. “(…) Pero me doy cuenta que la vida es un sueño, y antes de morir es mejor aprovecharla (…)”, mientras que Diomedes Díaz gastaba La Plata en mujeres, bebida y bailando, Arnobis explica que la ropa no tiene un precio estable, “todo depende de la calidad y del estado en el que esté la prenda”.

Comandando el sector de las frutas, verduras y legumbres, don Iván Zapata García, cuenta que está en la Plaza desde que la trasladaron desde Guayaquil, hace veinticinco años. Desde pueblos antioqueños como La Unión, El Santuario,Marinilla, San Pedro de Urabá, La Pintada, San Jerónimo y Santa Bárbara, por nombrar sólo algunos; le llega a don Iván una fruta tan fresca que con sólo rociarle un poco de agua, sobre la yuca (para no desperdiciarla), lo que le pidan, está listo para alimentar el alma del cliente.

Terminando el recorrido Humberto Osorio; quien entre radios, televisores, licuadoras y demás electrodomésticos que se pueden reparar en el sector Quincalla, se dedica a la venta de aves, desde un canario como mascota, hasta un cría de pavo. Humberto lleva ya 20 años trabajando la Plaza y odia a los periodistas, según él, “siempre manipulan la información que les dan y no muestran que uno trabaja duro por el país (…) es que para que puedan hablar de esto, tienen que venir y trabajar aquí todo un día”. La mayoría de los animales que Humberto vende son ornamentales y de consumo, las gallinas son las que más vende, en el lugar también se pueden comprar pavos reales y faisanes, son los más caros y los que más cuida.


De personajes como don Víctor, Teresita, don Iván, Arnobis y Humberto, está llena la Plaza Minorista José María Villa desde hace veinticinco años. Personas de todo tipo, que comparten el mismo amor y la misma pasión por su negocio, en un sólo lugar, donde se barajan contrastes, en busca de una singular cultura.

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LOS CUATRO QUE VENTEAN


Mauricio Correa: Editor y escritor

Juan David Guzmán: Fotógrafo

Juan David Ríos Ceballos: Diseñador

José María Dávila Román: Editor y escritor