miércoles, 20 de mayo de 2009

Estudiado en Harvard, pero radicado en La América

La Plaza de mercado de la América, fundada en el año de 1968 hizo parte de ese selecto grupo de plazas satélites que una a una han sido eliminadas por los grandes supermercados que invaden nuestra ciudad, pero que aún así La América ha ido sobrellevando y ha logrado seguir adelante y mantenerse en el tiempo, abasteciendo a gran parte de las familias de este sector.

Desde una torre de vigilancia, la Virgen saluda desde las cinco y media de la mañana, toda la mercancía que comienza a llegar como huevos y flores, los que la transportan la saludan a Ella con una beso que le mandan desde la unión entre su dedo pulgar e índice que intentan hacer una cruz luego de traer toda esa mercancía desde cualquier parte del país en el nombre de Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Por no dejar, Amén…

El ambiente mañanero se siente aún, mientras los vendedores organizan sus productos por tipo, color, tamaño, y hasta olor, después de todo, “la primera impresión es la que vale”.

¡A la orden, ¿qué buscaba?! Todos los vendedores del lugar, saludan al ver entrar a la Plaza, esos fieles seguidores que luchan del lado de ésta contra los supermercados, ofrecen sus productos dadivosos. El olfato se va estremeciendo al sentir esas refrescantes flores, otras yerbas aromatizantes aglomeradas al parecer en un jardín embrujado, van descongestionando la nariz mucosa, mientras que el humo de un cigarrillo que se fuma un vendedor, contraste con un letrero gigante que nos garantiza irónicamente que “este espacio está libre de humo”. El amansado aire grita iracundo.

Más adelante, un silencio ensordece el ambiente, al parecer los vendedores de artesanías y ramas para trabajos esotéricos –según algunos vendedores-, tienen clientela fija y no hace falta desgastar su voz para hacerle publicidad a sus productos, aún así, teniendo en sus ramas, la cura hasta para la gripa porcina.

El sonido de un hacha hiriendo la carne fresca, recibe a los carnívoros, que buscan la mejor parte del cerdo que acaban de traer directamente del matadero, y como si el cerdo no fuera suficiente, pescado, res y pollo intentan llamar la atención desde una bandeja en un congelador, que cuando lo logran, se van dejando por poco tiempo, un herida de sangre en la bandeja que sólo será curada con la llegada de otro suculento trozo de carne. Mientras tanto, el afortunado, es preparado para el cliente.

En la Carnicería Jorge Saldarriaga, trabaja Luis Alberto Gómez Jaramillo que jocosamente se dice nacido de Zaragoza, España, es el alma de la carnicería, con su buen humor y energía positiva que transmite hacia los clientes, don Luis comenta que estudió doce semestres de “Carnología” en Harvard, y que le faltaron sólo dos para graduarse de Ingeniería de Alimentos: el primer y último. Mientras filetea un pedazo grande de carne de cerdo, comenta con orgullo que gracias a Dios ha sacado adelante sus dos hijos, dice que “aquí se estudia, se trabaja y se vive con mucho sacrificio, pero por eso no hay que dejarse caer y hay que seguir adelante; en este momento mis dos hijos están descolocados con el trabajo, pero les logré dar el estudio, mi hija es Ingeniera de Materiales de la Universidada de Antioquia, y mi hijo terminó una técnica de criminalística en la ENAC (Escuela Nacional de Criminalística y Ciencias Forenses)”.

Don Luis llega a la plaza a las 6:00 A.M., media hora después de que la abren, en ese tiempo espera que le traigan la carne del matadero, o algunas veces de carnicerías más grandes y poderosas, cuando la tiene en su poder, saca sus afilados cuchillos (uno grande como sacado de película de terror y uno más pequeño con el que lo roza para sacarle un poco de filo) y empieza a pulirla por partes, para luego meterla en el frío intenso que la mantiene, preparada y lista para los clientes que todos los días lo visitan y le agradecen el buen servicio que les presta, ya que tiene un carisma sensacional.

A las afueras de la plaza, alrededor de las 10 A.M. llega un mini camión cargado de huevos, de la empresa “Huevos Country” de Guadalajara de Buga, Valle del Cauca, “el Marinillo” como es conocido por su nariz, es el ayudante y el encargado de revisar las 120 cajas de huevos que tiene en el camión, “el Marinillo” comenta que los huevos son traídos desde allá, porque son de mejor calidad y salen muy económicos, cosa que se corrobora con la cantidad de huevos traída para un solo sitio. Al terminar con la revisión sólo había 17 huevos para desechar.

Al terminar el día en la Plaza de mercado de La América, los vendedores salen con una cara sonriente, igual a la de la guardiana de la Plaza, a la cual miran al cruzar la puerta, y al igual que a las seis de la mañana, se echan la bendición, dan gracias por el día culminado y sus pies suben en el bus, que los llevará a sus hogares, dando por finalizado el excitante día que les dará un merecido y breve descanso, para continuar el resto de días de la semana, semanas del mes, meses del año…

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LOS CUATRO QUE VENTEAN


Mauricio Correa: Editor y escritor

Juan David Guzmán: Fotógrafo

Juan David Ríos Ceballos: Diseñador

José María Dávila Román: Editor y escritor