martes, 26 de mayo de 2009

Hasta la madrugada...

El Parque Lleras en la noche, no sólo es rumba, junto a este epicentro de la rumba paisa, se reúnen artesanos y un sinfín de personas que nacen, crecen, comen, se reproducen y mueren de cuenta de los trabajos manuales. Artesanos que día a día fabrican sueños, sentimientos y significados, para todos los fanáticos, amantes e impulsadores de este estilo de accesorios; para todas las personas que se identifican con este estilo de decoración.

Al ingresar al Parque Lleras un saludo fraternal irreconocible te pone a pensar en tus más grandes deseos, aquellos que se cumplirán el día que esa manilla que se aferra fuertemente a tu 

mano, caiga de ella por inercia. El olor a madera, hilo, plata y otros materiales más se mezclan a mano, se sirven en al olfato y los ojos son los encargados digerir una interminable variedad de colores y arte, “esas valen 500”, unos dreadlocks, llaman la atención de todo aquel, que mira el tubo con manillas, que busca sacarse el abrigo de hilos, que lo exime del frío de la noche medellinense; los despierta de un deja vu que sigue como si nada, pasando por sus cabezas.

El arte que este parque irradia, con exquisitos detalles, haciendo uno sólo la plata, la madera, la tela, el plástico y el bambú; y eso únicamente por nombrar algunos de los materiales con los que estas personas hacen esas maravillas que los jóvenes buscan y que ellos complacen en venderles, ya sea trayéndolo hecho desde cada uno de sus casa, predeterminado, o que el cliente lo pida de forma personal, innovadora, exclusiva y única, para lo que él lo necesite. “Cadenas, manillas, pulseras, aretes, solitarios y todo lo que el cliente se quiera imaginar”, propone una voz detrás de los “dreadlocks”.

El parque funciona en artesanía todos los días de la semana, sin descanso alguno, los artesanos están todo el tiempo, muchos de ellos duermen ahí y se establecen como si éste fuera su hogar y su lugar de trabajo permanente, por lo que el servicio al cliente es, “de primera”. A cualquier hora y en cualquier momento, los artesanos están dispuestos a vender sus laboriosos trabajos, aunque la mayor parte de sus ventas, están el fin de semana; cuando el sol se esconde bajo las montañas que perfuma, esa libertad que el paisa engrandece en su himno; la noche empieza a apoderarse de El Poblado, para obsequiarle a la vida nocturna en la ciudad de Medellín uno de los lugares de preferencia, para la mayoría de jóvenes que buscan rumbear. El Parque Lleras, es ideal no sólo por la diversidad de discotecas y negocios que hay a su alrededor, sino por el ambiente acogedor que le brinda a todos los que disfrutan de la noche joven.

Por eso los artesanos aprovechan los fines de semana, para exhibir todos los productos que vienen realizando desde el comienzo del prematuro lunes. Todos exponen en sus esteras las artesanías, esperando que toda la gente que visita el parque, pueda llevarse varios de sus trabajos, y de hecho así lo hacen; muchos de los compradores van con sus seres más queridos o amados y compran para simbolizar  ese sentimiento que los acompaña; otros, compran para ellos mismos.

Erasmo, un artesano que desde  hace veinte años está radicado en el parque, comenta que “la artesanía obsequiada a un ser querido, significa afecto y amor incondicional, por eso la gente las regala inconscientemente a las personas que más aman, porque es algo muy sencillo, pero hecho con mucha dedicación y afecto”. Erasmo termina con una sonrisa de sinceridad mientras da por finalizada su exhibición personal de arte.

Por otro lado, se encuentra Pablo, uno de los artesanos más jóvenes que hay en el parque, su arte es muy diferente, convencional, y rompiendo con todos los esquemas tradicionales que sus colegas vienen realizando, es un estilo atractivo y que llama mucho la atención a los jóvenes que aprecian su arte, por la misma razón, Pablo es uno de los vendedores número uno en este campo, los jóvenes siempre recurren a él para comprar sus creaciones, pero a pesar de su grandes ventas, dice que no logra satisfacer sus necesidades personales totalmente, y que lo de las artesanías es sólo un “hobbie” que siempre le ha gustado hacer, pero que no es su proyecto de vida.

Pablo tiene apenas dieciocho años y hace dos que está en el Lleras, le gusta el diseño gráfico e industrial, ya terminó su bachillerato y piensa continuar estudiando en la universidad,  como el mismo lo dijo, hace artesanías por un simple hobbie y las vende por ganarse unos pesitos de más, ya que, afortunadamente con el apoyo de sus padres y es una persona que está estable económicamente, gracias al apoyo de éstos, quiere continuar cumpliendo su sueños de ser un gran diseñador gráfico e industrial.

Pablo, aparte de ser joven y exclusivo en cuanto a sus diseños, se diferente al resto de artesanos del Parque Lleras, porque no labora para suplir sus necesidades personales, sino como distracción. Erasmo y los demás artesanos, por el contrario, sí tienen que estar día y noche, todos los días, para conseguir el dinero necesario para lo poco que necesita y con lo cual se sienten felices, ya que, aunque muchas veces no alcanza, según Erasmo, “esa es la vida que se escogió, y además la felicidad, está en la alegría de hacer cada día lo que te gusta y te nace hacer, sin importar la remuneración económica de lo que hagas”.

En los alrededores del Lleras, también están los puestos de comidas rápidas: el olor a salchicha hervida en gua, se siente alrededor de veinte metros, al igual que la tocineta en plancha (con un sshh que no pide silencio, sino grasa al cuerpo) que acompaña a los chuzos de cerdo y de pollo, en una carnosidad suave y ligera para el estómago, mientras los panes blandos esperan recibir toda 

la carga de ingredientes para las hamburguesas, perros y perras del restaurante móvil Javi’s, el dueño es Javier Mosquera, está en el Lleras hace diez años, durante los cuales ha progresado notoriamente según comenta, se ha dado lujos como el de tener su casa propia, y ampliar su restaurante movible a más sitios de la ciudad, aparte de esto, en su familia, sus dos hijos ya están grandes, y en este momento los apoya con el estudio en la universidad.

Don Javier Mosquera expresa que “lo más bonito de este trabajo, es que a pesar de ser tan exclavisante, uno  genera empleo y contribuye al progreso de la gente”, dice que hoy por hoy, tiene alrededor de quince empleados entre los diferentes puntos móviles de la ciudad.

Don Javier aparte de asistir a una labor social, es un trabajador incansable, porque igual que los artesanos, trabaja todos los días de la semana, la diferencia, es que sólo trabaja desde que comienza la noche, hasta la madrugada, lo importante es que siempre tiene compradores, aunque los días más fuertes son los viernes y sábados, que los jóvenes buscan algo de grasa para que el licor no les gane.

El Parque Lleras le da vida a Medellín, mientras ésta duerme, la noche despierta con sus artesanos y los vendedores de comidas rápidas; pero sobretodo, con la gente que apoya y hace que esta clase de personas, adornen la rumba, personas que día a día trabajan para satisfacer los placeres de la sociedad, ya sea una manilla para demostrar sus sentimientos, o comer un apetitoso y agradable perro caliente cualquier día de la semana, para hacerle contra a la resaca. El Parque Lleras, esa mezcla perfecta entre comida, rumba y artesanías, hacen de Medellín una capital mercantil, una capital del rebusque, las 24 horas del día, hasta la madrugada del día siguiente.

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LOS CUATRO QUE VENTEAN


Mauricio Correa: Editor y escritor

Juan David Guzmán: Fotógrafo

Juan David Ríos Ceballos: Diseñador

José María Dávila Román: Editor y escritor